La contrahumanización: o cuando yo soy lo que únicamente importa
Para esta colaboración en Hablemos de gestión tengo que decir que me han servido, y mucho, las largas horas hablando con gestores enfermeros ya jubilados, pero por los que tengo especial afecto tanto profesional como personal. En anteriores participaciones en el Fanzine he hablado de mi proyecto gestor, de mi manera personal de entender la gestión, una gestión basada en el tratar a las personas como lo que son, personas, e intentar que la gestión sea del llamado “management de proximidad”, intento en mi práctica profesional cumplir con mis propios valores y difundirlos aprovechando cualquier medio y método como ha sido el ejemplar especial del 40 aniversario de la Revista Rol, con el objetivo de que esta idea gestora llegue cada día a más gestores y puedan comprobar de primera mano que puede ser una revolución positiva y fidelizadora de los profesionales de nuestras instituciones.
Pero, qué sucede cuando el gestor intentar ser humanizador y sus subordinados, o algunos de ellos, entienden la humanización como una obligación de la supervisora, y no como ese “quid pro quo”, donde todos ganamos: empresa y trabajador, en la búsqueda de un ambiente laboral más optimizado, más humano, más personal… Pero en ciertos casos se pervierte en término “humanización” por la nueva locución “contrahumanización”, no hay que echarse las manos a la cabeza para enumerar casos de contrahumanización, y en esas tertulias con antiguas supervisoras hemos ido desgranando a modo de anécdotas, algunas de ellas rozando lo cómico de conductas totalmente opuestas, que son plenamente egoístas, donde prevalece el interés personal por encima del interés del servicio, del centro de trabajo o de la institución.
Vamos a ver algunos ejemplos:
Todos sabemos los grandes problemas de los servicios para organizar turnos de vacaciones ¿qué soluciones son las adecuadas? Rotación de profesionales, sorteos, optimización de festivos… Seguro que cada uno de los lectores tiene una respuesta a esta pregunta, y seguro que cada respuesta tiene gran parte de verdad y es una respuesta justa, pero… también esta respuesta justa tiene detractores que la puede rebatir con argumentos claros.
Y no hemos de olvidar los días de libre disposición, que como su nombre indica son para dar cabida a esos acontecimientos que nos impiden poder ir a nuestro puesto de trabajo, yo añadiría que son esos días donde te surge un imponderable inevitable y no tienes más remedio que pedir a tu supervisora un día de estos. Pero ya sabemos que la frase “hecha la Ley, hecha la trampa” está presente también entre nuestros equipos de trabajo y muchos de nosotros, y estas tertulias han salido múltiples ejemplos, de profesionales que han pedido un día de libre disposición a sabiendas que su unidad estaba justa de personal, dejándola bajo ratio, para su propio interés personal y no por causas inaplazables y/o inesperadas. Se podría decir que solicitado con “premeditación y alevosía” y en algunos casos también “nocturnidad”.
Y ¿qué decir de quienes comunican sus ausencias imprevistas sin margen de maniobra para la búsqueda de sustitutos? O de aquellos profesionales que siempre se muestran contrarios a prácticamente todo, especialmente cuando se les solicita su ayuda en otro servicio en el que no están habitualmente destinados.
Hay muchos más ejemplos de contrahumanización, que irán saliendo en diferentes entregas, pero lo que me gustaría que quedase de este artículo es la sensación de impotencia que puede tener un gestor que procura por el buen ambiente laboral cuando ve que hay profesionales que únicamente miran por su interés, profesionales, que por desgracia pierden ese calificativo de profesionales para pasar a ser quienes se aprovechan del sistema por su propio interés, con un afán de satisfacer sus propias necesidades: comodidad personal, disfrute de festivos, no tener en cuenta las necesidades organizativas y los corsés que impiden según qué acciones por parte de su supervisora en tiempos a veces excesivamente cortos. Pero, y en esto creo que coincidimos todos, estos profesionales contrahumanización son los que más suelen quejarse de todo lo relacionado con la organización de su centro de trabajo ¿es así? Son los que protestan cualquier acción de mejora que se quiera implantar, suelen ser la resistencia al cambio personificada, nunca constructivos, siempre críticos y generalmente destructivos con el sistema del que luego se aprovechan.
La solución es fácil, el mando enfermero humanizador debe adaptarse a estos inconvenientes que deterioran la buena convivencia y armonía de los equipos de trabajo, sin perder sus valores fundamentales, aplicando la ley y la norma de manera estricta a estos contrahumanizadores, con la finalidad de que los equipos no se vean resentidos por esos comportamientos egoístas, ya que de otra manera se aprovechan de la norma para su propio beneficio, sin importarles tan siquiera lo fundamental y que nos hace ejercer nuestra profesión enfermera: los pacientes.
Vamos a por ello!
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